Nuestra forma de ser pocas veces celebra. La gente se emborracha decepcionada, amargada, despechada, aburrida... Pocas veces la gente se embriaga de felicidad. Incluso, las fiestas patrias, educativas, tienen un tinte de frialdad... Nadie las siente como propias.
Con el entusiasmo de cambiar las cosas, nos propusimos revisar la celebración del día del Idioma, puesto que estamos acostumbrados, en esta fecha, que todo el mundo diga que maltratamos la lengua, que ya no se escribe bonito, que la sintaxis es horrible, que en los colegios no enseñan nada, que la influencia de los medios, que la contaminación del inglés...
¿Por qué no hacerle homenaje a la lengua, al idioma, viviéndolo, desempolvándolo para que sea bien apreciado? Si lo que queremos es admirarnos de una lengua que nos permite comunicarnos, ¿por qué no hablar, conversar, leer y escribir antes que recordar la normatividad y tornarnos incisivos con su aplicación?
Pues bien, con un mes de anticipación leímos, hablamos, escribimos, quizá mal, pero nos hicimos más amigos. La lengua cumplió su cometido de acercarnos, hermanos y amigos, hijos de una misma comunidad lingüística.
Recibimos entonces la Biblioteca que nos donó el doctor Alfredo Cardona Tobón, leímos la obra de Susana Henao Montoya, quien vino a compartirnos sus ideas sobre el proceso de la mujer en la independencia. Nos reímos, aprendimos, disfrutamos.
Tres eventos (social, académico, cultural), dos días, una misma lengua.
¡Casa de la Cultura de Quinchía, en diálogo y con palabras de esperanza!